Los educadores enseñamos esencialmente lo que somos, es decir, nuestro modo de actuar, nuestra manera de percibir el mundo, las maneras de relacionarnos con los semejantes, con el entorno, nuestros valores y actitudes. Todos estos aspectos se introducen en la acción educativa diaria, se pone de manifiesto en el estilo de relación que establecemos en los distintos espacios educativos, con todos los sujetos que conviven en esos espacios. En este estilo de relación, transmitimos mensajes que repercuten indiscutiblemente en el aprendizaje. Educamos no solo con nuestro cerebro, sino también con el corazón, con las manos, la mirada, las acciones.
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